¿Cuántas veces hemos oído la frase “Yo no juzgo”? Expresa una de las ideas más populares de nuestro tiempo: que formular juicios sobre los demás es algo esencialmente malo. En este texto clásico, la filósofa moral Mary Midgley arroja luz sobre los distintos enfoques a esta compleja cuestión y nos interpela sobre cuestiones como el valor de la libertad, que subyacen a nuestro escepticismo. Muestra que la respuesta que demos a este interrogante sobre los juicios morales inevitablemente tiene consecuencias sobre nuestra actitud no solo respecto al derecho y sus instituciones, sino también respecto a los acontecimientos de nuestra vida cotidiana, y sugiere que la renuencia a formular juicios morales puede estar haciéndonos la vida más difícil, en vez de facilitárnosla.
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