Uno de los principales logros de ALEKSANDR PUSHKIN -poeta, dramaturgo, narrador y novelista- fue fundar propiamente la prosa rusa, dando origen a un prodigioso venero que en no muchos años habría de alumbrar obras como «Almas muertas» (L 5714) de Gógol, «Anna Karenina» (BA 0895 y BA 0896) de Tolstoi o «Crimen y castigo» (L 5553 y L 5554) de Dostoyevski. Gestados en 1830, los RELATOS DEL DIFUNTO IVÁN PETRÓVICH BELKIN, en los que Pushkin (1799-1837), con actitud irónica y desenfadada, recorre en un escenario ruso y con personajes rusos los estilos narrativos de los escritores occidentales, son justamente -como nos dice en su introducción Ricardo San Vicente- la primera manifestación de esta fuente, que en el caso del autor habría de prolongarse en obras como «La hija del capitán» (L 5533), «La dama de picas» o «Dubrovski» (ambas reunidas en L 5692). Completan la obra a modo de apéndices la «Historia de la aldea de Goriújino», relato acerbo, censurado e inconcluso que pretendía dar un paso más en el camino ya iniciado, así como el prólogo escrito en su día por Yuri Lotman para la edición española, nunca publicada, de su biografía del genial escritor.
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