Resulta difícil imaginar una vida y una obra tan rica, variada y trágica como la de Anna Ajmátova (1890-1966), continuadora de Pushkin y “musa” de la modernidad poética rusa. Su dilatada vida la convierte en testigo de excepción de la historia contemporánea y del sufrimiento del pueblo ruso antes y después de la caída de los zares. “Réquiem” y “Poema sin héroe” constituyen su cima creativa. La primera es el testimonio de una persecución. La segunda constituye, a modo de memoria poética, su pasado que es el de la época modernista de Petersburgo. Ambas son la voz íntima y pasional que habita el pensamiento hecho palabra.
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