Tex Avery sigue siendo, hoy en día, un cineasta relativamente poco conocido, y aún menos estudiado, como de hecho lo son, salvo algunos casos muy concretos, la mayoría de los realizadores cinematográficos que han escogido el arte de la animación como medio de expresión. El cine de Avery jugaba con elementos de la cultura popular y contaba historias humorísticas dirigidas a un amplio y heterogéneo público, no necesariamente infantil como erróneamente se tiende a creer. Avery fue un director de “cartoons”, cortometrajes de animación destinados a ser proyectados en la gran pantalla de una sala cinematográfica como prólogo a las películas de largometraje con actores reales.
En definitiva, la de Tex Avery no es una obra aislada e intrascendente dentro del contexto de la historia del cine de animación, sino que representa una de las influencias más poderosas y significativas en la filmografía de un considerable número de animadores y realizadores tanto contemporáneos como posteriores a él.
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