Aunque el cenit de la literatura polaca suele estar asociado a sus grandes autores románticos, ya en el siglo XVI Jan Kochanowski (1530-1584) había elevado al más alto nivel literario la lengua del país. Y es que, verdadero humanista y hombre del Renacimiento, Kochanowski desplegó a lo largo de toda su obra una abrumadora erudición filológica, filosófica e histórica que supo combinar perfectamente con una sutilísima expresividad artística. Entre toda su producción, los “Trenos” (1580), un delicado conjunto de elegías dedicado a su hija Úrsula, muerta con solo dos años y medio, brillan con especial intensidad, y es que no habrá en toda la literatura polaca otras voces o sensibilidades que puedan equipararse a su ingenio, calidad expresiva y maestría compositiva hasta que Adam Mickiewicz, ya en el XIX, haga su aparición.
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