Entre 1802 y 1813, Benjamin Constant desapareció del escenario político y pareció encerrarse en el cultivo de sus capacidades literarias y en el apasionado disfrute de sus goces privados, hasta que la derrota de Napoleón en Rusia le permitió asumir el papel de inductor intelectual y actor político de la oposición liberal por el que hasta hace poco ha sido conocido. Sin embargo, en los años sesenta del pasado siglo, fueron exhumados sendos manuscritos que contenían los textos de dos libros inacabados y sucesivamente revisados hasta 1810, Principios de Política y Constitución para la República de los Modernos que aquí se traduce por vez primera al español. Íntimamente asociados, ambos textos provocarán un vuelco en la lectura tradicional de Constant que pasará a ser considerado como un lúcido pensador republicano defensor de una política construida desde la sociedad y no desde el Estado, y empeñado en hacer de la Constitución una garantía política destinado a impedir que el mundo se deshaga. Ése es el Constant que hoy están recuperando Isaiah Berlin, Stephen Holmes o Philippe Raynaud, el autor de la primera Gramática Constitucional de los Modernos escrita en el continente europeo.
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