Baroja destacó muchas veces sobre otras de sus obras “Zalacaín el Aventurero”, subrayando siempre la rapidez con que la compuso y su falta de ambiciones ideológicas o estéticas: “La escribí por entretenimiento, para pasar el rato, y la terminé en unas pocas semanas”. Una novela de aventuras para la que el escritor tuvo el acierto de elegir las circunstancias de una guerra civil, que le permitían favorecer la creación de azarosos lances de los que debería salir victorioso el protagonista, un héroe vasco, hambriento de aventuras y sediento de acción al que la guerra facilitaba motivos inagotables para encontrarlas. La guerra es, pues, el mero marco en el que transcurren los años finales de Martín, la que estimula sus principales andanzas y origina los riesgos para que el personaje ejercite y pruebe su heroicidad.
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