El sabio romano Plinio (23-79 d C.) dice en Lapidario: La piedra azabache (gagates) toma su nombre de la ciudad y el río Gagas de Licia. Es negra, lisa, porosa, ligera, frágil. Quemada exhala un olor desagradable y calentándola atrae, como el succinio [ámbar] a los cuerpos que la tocan. Al arder, sus humos hacen huir a las serpientes y desaparecer la histeria. Esos humos hacen descubrir la epilepsia y la virginidad. Cocida en vino, cura los dolores de muelas y, mezclada con cera, las escrófulas. Los magos en la sesión llamada axinomancia la utilizan y afirman que no quema totalmente si lo que se desea se va a cumplir. Estas virtudes del azabache, recogidas por Plinio, han sido copiadas a lo largo de quince siglos por sabios y estudiosos de diferentes culturas y religiones: escritores romanos, Santos Padres, médicos famosos, estudiosos de la naturaleza, etc. Pero, ¿de dónde nacen estas asombrosas propiedades?
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