Influido por Luciano en la forma, y por las danzas de la muerte en el tema y en el tratamiento, Valdés divide su diálogo en dos libros. En el primero critica a un predicador, a un obispo, a un rey y a un hipócrita. En el segundo, más positivo, describe a una serie de prelados y seglares que no actúan en la práctica como lo hacen en la teoría.
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